EDITORIALES

.

Diciembre 2010: "El verdadero amor espera".


Hace pocas semanas me encontré con Frank. Hacía varios años que no lo veía ni conversaba con él. En 2002, fue alumno en una de mis cátedras, en una escuela pública de la ciudad de Mar del Plata, Argentina.

Se aproximó a mí sin que yo lo advirtiera y me saludó con mucho afecto. Sigue estudiando inglés, ahora en la Universidad, y sosteniendo su interés por la música.

Ese sábado a la mañana Frank había participado de una charla cuyo objetivo era informar y, mínimamente, capacitar a jóvenes que estuvieran dispuestos a repartir durante el verano, en espacios abiertos y muy concurridos (playas, recitales, eventos deportivos, etc.), preservativos.

Después, según su entusiasta comentario, había estado orando en la Catedral.

Cuando escuché su actividad de las horas previas le pregunté, con respeto y ternura, si no le parecía incongruente la promoción de un método anticonceptivo entre adolescentes y jóvenes y su fe católica. No hubo respuestas. Apenas, una sonrisa de perplejidad y confusión.

Después de despedirme de él con mucho cariño y mientras caminaba hacia la Sede Administrativa y Académica de nuestra ONG, recordaba como en el 2º ERA (Encuentro Regional de Adolescentes), a orillas del mar, aproximadamente setenta y cinco adolescentes y jóvenes cristianos de distintas ciudades habían celebrado un pacto delante de Dios que incluía confrontar con las tentaciones propias de su edad, conservar su virginidad y esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales.

Elegí este tema para ratificar la decisión de "Asuntos de Familia" de contribuir en distintos ámbitos (eclesiales, educativos, sociales) para que todos, jóvenes y adultos estemos pensando que el verdadero amor espera y que Dios anhela la santidad en todas las áreas de nuestra vida: intelectual, emocional, física, social y espiritual.

La cultura en la que vivimos, con una fortísima ingerencia de los medios de comunicación, se caracteriza por una rápida búsqueda y obtención del placer, un intento de satisfacción de todos los deseos, relativismo moral, baja tolerancia a la frustración, un exacerbado individualismo, una concepción irresponsable y light sobre el amor.

A los mismos adultos se nos hace muy complicado, en este contexto, vivir conforme a los principios éticos del Reino. Es absolutamente comprensible que la búsqueda de la santidad les resulte todavía más difícil a los adolescentes y jóvenes.

Han vivido menos, lo que posiblemente signifique que aún no han reconocido sus propios recursos para enfrentar las situaciones de la vida.

Han vivido en marcos institucionales (familia, escuela, club, iglesia) que quizá no han sido satisfactorios en propiciar diálogo y reflexión.

Son inseguros, desconfiados, inestables y está buscando encontrar su verdadera identidad. Rechazan la mentira y la hipocresía. Buscan modelos desde su crisis. Critican lo que no entienden. Necesitan argumentos congruentes de los adultos y son escépticos de los discursos vacíos.

Además, las pulsiones internas en esta etapa de su vida son diferentes a las nuestras.

Nuestros liderazgo hoy, desde distintos roles, posiblemente sería más sensible, dúctil y asertivo si hiciéramos una mirada retrospectiva, lo más honesta y desapasionada posible, de nosotros mismos y recordáramos los dilemas de nuestra propia adolescencia y juventud.

Evidentemente, es valiosa, positiva y saludable la abstinencia que se sustenta en evitar el contagio de enfermedades (Sida, chlamydia, sífilis, herpes genital, etc.), el riesgo de quedar embarazada, un eventual aborto, el temor al probable castigo de los padres, la depresión posterior, etc.

Sin embargo, estoy persuadido que la razón que debe conmover a los adolescentes y jóvenes para decidir permanecer en castidad hasta el momento del matrimonio (aunque estos sean tiempos en que la pureza sexual es motivo de burla y descrédito social) está escrito en el Evangelio de Lucas 10:27. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.

Entonces, el móvil que Dios anhela que exista en nosotros para tomar todas las decisiones de nuestra vida cristiana tiene como fundamento este mandato.

1. Amar a Dios.

2. Amarme a mi mismo, integralmente, distanciándome de las peligrosas polaridades.

3. Amar al otro (a mi pareja estable o circunstancial hoy; a quien, en el diseño divino, ya está apartado para ser mi cónyuge; etc.) como me amo a mí. Sin egoísmo ni violencia de ninguna modalidad. A sabiendas que el otro es, como yo, “imago dei”. Cuidándonos recíprocamente y manteniéndonos fieles a Dios, ambos, hasta el momento del matrimonio.

Respecto del tema de la sexualidad, las políticas estatales (la mayoría de las veces dispersas, inconexas y discontínuas) tienden a introducir en el debate mucha confusión y, en ocasiones, sostienen valores no bíblicos.

Quienes nos definimos como personas y organizaciones con convicciones cristianas no podemos permanecer indiferentes y pasivas frente a una agenda de asuntos donde los formadores de opinión distorsionan adrede el plan de Dios para la humanidad.

El verdadero amor espera. Pensemos y dialoguemos respecto de este tema. Responsablemente. Sin vergüenza. Sin legalismos. Derribemos mitos. En nuestros hogares. En las iglesias en las que nos congregamos.

Así estaremos contribuyendo a que los adolescentes y jóvenes (hijos, liderados, alumnos, etc.) tomen decisiones de trascendencia eterna que les va a proveer salud y felicidad.

"Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos. Que el sol brille siempre cálido sobre tu rostro. Que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos. Que el viento sople siempre a tus espaldas y, hasta tanto volvamos a encontrarnos, Dios te guarde en la palma de su mano..."

Dr. Esteban Echeverría Cabezas
 



Sede Administrativa y Académica / CAF: Córdoba 1882, 5º, “59”. Mar del Plata (Argentina). Tel. móvil: 54-223-154548095.